Las anotaciones etnográficas de campo

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Susanna Rance


[Saludos! Cumpliendo con lo prometido, iniciamos con los artículos referidos a cuestiones metodológicas en las ciencias sociales, y que mejor que inaugurar esta sección con el aporte de Susanna Rance, quien gentilmente accedió a que se publique en nuestro blog, el aporte realizado para el PIEB. Como siempre animarles a escribir consultas y comentarios. Kamani]


Para la socióloga Susanna Rance, el método etnográfico se fortalece mediante el estudio de las anotaciones de campo y las transcripciones que elaboran las y los investigadores en su interacción con los sujetos estudiados. El retornar al cuaderno de campo y analizar las narraciones del mismo investigador o investigadora son aspectos importantes en la ejecución de este método, sostiene la investigadora.
La observación participante, la elaboración de preguntas de investigación y las consideraciones éticas son partes fundamentales de este método que describe Rance, en términos generales, en esta entrevista.
¿Cuál es la característica principal del método etnográfico?
Este método es una forma de compenetrarse con realidades locales y comprender sus dinámicas desde el punto de vista de los y las actoras involucradas en un medio o tema que se desea estudiar. Habitualmente se hace en forma pausada y sutil, con un acercamiento gradual a los sujetos, negociando el acceso, observando antes de nada, antes de hacer ninguna pregunta o entrevista. Primero se debe observar, escuchar, anotar y analizar los apuntes de campo y recién formular preguntas para conversaciones y entrevistas.
No se trata sólo de un instrumento o una técnica etnográfica…
No estoy de acuerdo con la noción de técnicas en la investigación, porque veo que todo emerge de una filosofía o paradigma epistemológico. A veces esto no se hace explícito en la investigación, se toma por algo entendido, dado, sentado. Hay a veces un intento de usar las llamadas técnicas por preferencia de algún investigador: por ejemplo, alguno dice “a mí me gustan los grupos focales” o “yo quiero hacer entrevistas en profundidad”, pero sin discutir el sentido de usar este método en lugar de otro. Para mí primero vienen los cimientos epistemológicos y la noción de producción del conocimiento. Sólo después se trata de ver qué métodos pueden servir para responder a las preguntas de investigación sobre un tema en un contexto determinado.
Si vamos a hablar de algún instrumento de investigación, éste sería en primer lugar la persona que investiga y en segundo lugar, desde mi punto de vista, el cuaderno de campo. Surge una especie de triangulación en el proceso de trabajo entre las reflexiones propias de la investigadora, los datos empíricos que va anotando y la literatura que va consultando para alimentarse con teorías apropiadas para analizar sus hallazgos emergentes.
Los datos de campo no necesariamente se registran en el momento mismo de la interacción con los sujetos porque no siempre es apropiado, por ejemplo en contextos en que la gente no maneja habitualmente la lectoescritura. A veces esto debe hacerse al final de un día de trabajo.
¿La observación, la elaboración de las preguntas, cuál es la otra fase de trabajo?
La observación puede ser participante y no participante. Hay momentos en que conviene apartarnos un poco, estar a un costado, escuchar, ver un poco de lejos sin inmiscuirnos en el ámbito observado. Sin embargo, esto no siempre está bajo el control del investigador o investigadora: los mismos actores o sujetos se pueden acercar, nos pueden interpelar, nos pueden excluir si no quieren sentirse observados y nos van a exigir una explicación de nuestra presencia. Hay entradas y salidas entre la observación participante y no participante.
Más importante todavía en términos de investigación sería lo que Bourdieu llama “la objetivación participante”, que es esta capacidad de vernos como sujetos históricos, sociales y culturales, investigando en un determinado momento y entorno. Se trata de reflexionar críticamente sobre lo que estamos haciendo. Es como vernos en un espejo, observar nuestras propias prácticas, y ubicarnos en un momento en que se hace posible investigar nuestro tema. No es algo tan simple: la observación también se combina con la capacidad de observarnos a nosotros y nosotras mismas.
¿La fase de interpretación de resultados requiere algunas destrezas, volver a la mirada epistemológica?
Primero hay que tener datos de buena calidad y que merezcan analizarse. Hay un dicho en la informática que dice “entra basura, sale basura”. No vale la pena desgastarse analizando datos que no son de buena calidad. Ahora, para producir estos datos, como socióloga aunque cercana a la antropología, me fijo mucho en el detalle textual de las interacciones, el lenguaje verbal y no verbal, anoto tanto mis intervenciones y enunciados como los de los sujetos con quienes estoy interactuando. Tengo que ver esto para hacer un control de mi propio método y ver hasta qué punto estoy influyendo o induciendo a que las personas me digan cosas en ciertos términos.
La escuela del método etnográfico es el estudio propio de las anotaciones de campo y transcripciones. Revisando y estudiándolas, nos damos cuenta dónde hemos fallado, dónde hemos interrumpido, hemos cambiado de tema bruscamente, hemos sido insensibles hacia un relato sobre el que han querido darnos más detalle, hemos forzado el uso de un código que la persona nos ha devuelto casi por cortesía.
¿En su criterio qué fenómenos son susceptibles de ser abordados desde el método etnográfico?
Todos. Yo tengo un interés especial, por ejemplo, en los estudios sociales de la ciencia, tomar la academia sociológica como campo de estudio, la arqueología, la arquitectura, la farmacología, la medicina, donde he trabajado mucho. Es decir tomar un campo profesional o académico, tecnológico o científico, como objeto de estudio etnográfico. Hay una tradición muy rica de lo que llaman los estudios de laboratorio, de cientistas sociales, sociólogos o antropólogos, que se han introducido en laboratorios y han pasado meses o años junto a la gente que fabrica ciencia en estos medios.
¿Estudiando la producción de conocimiento?
Exactamente, cualquier fenómeno o tema es susceptible de trabajo etnográfico, eso depende de la vocación o interés del investigador o investigadora.
¿Qué opina de métodos cuantitativos de investigación en ciencias sociales, es posible combinar el método etnográfico con datos duros?
Lo hacemos habitualmente. Creo que nada es exento del interés en cuantificar. Aunque sea un estudio rural etnográfico, de convivencia en la comunidad, contabilizamos personas, casas, terrenos, tipos de cultivo, distancias de un lugar a otro.
Yo estoy a favor de usar los datos sociodemográficos para tener también una visión del lugar donde estudiamos en un marco más amplio. Quizás la diferencia en un uso cualitativo de los datos estadísticos es nuestra crítica a las categorías de análisis. No las tomamos como dadas: siempre estamos indagando, por ejemplo, por qué se usa sexo y no género; por qué se habla del concepto de fecundidad deseada o no deseada desde la demografía o la epidemiología; cuando se habla de mortalidad materna, qué es eso de “materna” cuando hablamos de aborto donde la mujer no siempre se hace madre.
Usamos los datos cuantitativos con juicio y criticidad y analizamos sus categorías. Sí veo imprescindible la triangulación y el diálogo entre tipos de análisis cualitativo y cuantitativo.
¿Hay algo más que sea importante mencionar en este abordaje general sobre el método etnográfico?
Para mí es la cuestión de la ética en la investigación: la ética no como un juego de principios, un decálogo, ni tampoco dentro de una concepción de personas buenas, honestas y honradas que investigan. No creo en esto, sino en la ética como trabajo en una investigación. Como una tarea que se hace de forma repetida, cíclica, constante, para hacer un control de nuestros impulsos, a veces, de abusar de los sujetos y atropellar sus derechos, buscando cumplir con nuestras propias agendas. Es un control del cuidado del otro o de la otra.
El trabajo ético pasa por la preocupación por ver cómo cae la investigación: si hay no sólo un consentimiento informado pasivo, sino una decisión informada de involucrarse en la investigación por parte de estas personas. Este tema lo hemos trabajado con Silvia Salinas Mulder: hemos producido un libro sobre la ética en la investigación como un trabajo de reflexión-acción. El método que proponemos es el mapeo ético para anticipar ciertos dilemas o nudos éticos. Evaluamos, antes de entrar a la investigación, las alternativas posibles, sus pros y contras. Tomamos una decisión consciente de aplicar alguna de las alternativas y evaluamos también sus consecuencias, para ir afinando nuestra atención al cuidado de los intereses ajenos dentro de una investigación.

Fuente: http://www.pieb.com.bo/sec_dossier.php?idn=3086&id=3089
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LOS ANTISOCIALES Y LA "CULTURA POPULAR"

Fernando Claros

[Saludos a tod@s: Después de un tiempo nuevamente estamos actualizando el Blog. Agradecemos a Fernando por continuar enviándonos artículos; animámos a nuestos lectores a escribir sus comentarios y/o consultas sobre cual quiera de los temas...estamos para ayudar. Kamani]


LOS ANTISOCIALES Y LA "CULTURA POPULAR"
Quienes estamos identificados y tenemos el compromiso de preservar y defender la cultura de nuestro pueblo, sus manifestaciones, sus formas de expresión y el rescate de las mismas, nos indignamos al observar a diario el accionar de los antisociales.

En esta ocasión, deseo hacer énfasis en los “escaperos” que actúan en la urbe paceña y alteña, quienes sustraen las mantas, sombreros, aretes, "topos" y otros objetos que identifican a la vestimenta de las mujeres de pollera (cholas) en plena vía pública, sin considerar que estos hechos indeseables van en detrimento de nuestra cultura.

En muchas zonas, consideradas peligrosas, de nuestras ciudades (La Paz y El Alto principalmente), se observan a diario el robo de sombreros y mantas de "chola". La "chola", más allá de su origen (Canavesi, 1987, describe datos a partir de 1586), es una muestra tangible de una etapa de nuestra historia, parte de nuestra representación cultural, en este caso y mayoritariamente, aymara y quechua.

En las comunidades de Cochabamba, por ejemplo, el uso del sombrero "tradicional" ha variado radicalmente, no por el robo propiamente; sino por cuestión generacional, moda y por concepto de funcionalidad. Los sombreros "qhuchala" resultan ser grandes y abultados para las "sipas" (cholitas jóvenes), quienes prefieren usar sombreros "hechos de plástico", ya que, además de tener variabilidad en los colores, "son más bonitos " desde su punto de vista. Por el contrario, el sombrero denominado tradicional lo usan las ancianas o mujeres mayores de las comunidades; es decir, existe una división notoria en lo que es la "identidad generacional". Al parecer, en esta región, se van perdiendo rasgos culturales por falta de una reflexión profunda sobre el valor simbólico e identitario que implica su vestimenta, principalmente, el sombrero. El sombrero, en nuestro país, es un diferenciador y caracterizador cultural y regional importante.

En las ciudades de La Paz y El Alto, se observa que existe un interés profundo en mantener la vestimenta de la "chola" y con este objeto, incluso, se ha variado el modelo de copa baja a una más alta. Ése interés, se ve afectado por la conducta antisocial de delincuentes, a quienes (pura ignorancia) no les importa en lo más mínimo el valor cultural.

El robo, en valores, solo se mide en parámetros económicos, es decir, solo se lo cuantifica monetariamente. Inclusive, la persona afectada solo reclama el costo económico que tenía el artículo arrebatado (sombrero o manta), y no así por lo que representa culturalmente. ¿Que sucede con el valor cultural a partir de su expresión en los rasgos de la vestimenta?; ¿Dónde queda la sanción a la distorsión forzosa de estos rasgos?; ¿Qué, con el daño a la expresión de una determinada cultura a través del despojo de su vestimenta?.

En las comunidades "campesinas" e "indígenas" de nuestro territorio, para sancionar estos casos, se aplica la justicia comunitaria en aras de mantener el legado tradicional del "ama sua", "ama llulla" y "ama qhella", ésta aplicación está a cargo de las autoridades comunales, quienes se preocupan en mantener sus rasgos culturales.

En el área urbana, los encargados de mantener y preservar el orden, son los miembros de la Policía Nacional; entonces, es a ellos a quienes se quiere llegar con este artículo, dándoles a conocer que el robo de las mantas, sombreros, "topos", etc. es destrucción cultural (tangible e intangible), debido al significado que conllevan, intrínsecamente, estos elementos.

Es hora de tomar conciencia y pensar que no solo se está robando mercancía, si no, se está robando cultura, obligando a las víctimas, en defensa propia, a cambiar y transformar su vestimenta tradicional.

Es tremendamente doloroso ver día a día señoras de pollera ("cholas") con el sombrero bajo la "manta" - ésta ya no es bordada ni de buen material como antes debido al temor que sienten por el robo - y no en el lugar que le corresponde, en la cabeza. Deben ocultar parte de su vestimenta para que no sea sustraído. Muchas de ellas, han optado por utilizar sombreros de menor calidad o una "bicoca" tejida, sin darse cuenta que el valor que están perdiendo es más dañino para su identidad y que con el tiempo, ese valor simbólico, es irrecuperable.

· Antropólogo, Investigador DNAN.

(Artículo publicado en La Razón de fecha Sábado 24 de abril 2004)

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