Con este breve post agradecemos a los jilatas y las kullakas de la Comunidad Machaq Qhantati, de la zona de La Portada de la ciudad de La Paz (Bolivia), por invitarnos a participar de su festividad el pasado 5 de agosto de 2017. Este encuentro musical permitió reencontrar a hermanos de otras comunidades como Kay Punchay, donde PachaKamani también formó parte.
Fue un momento que también compartimos en la memoria de nuestros ancestros, amigos y familiares que partieron.

La danza del Qina Qina (Quena quena) ya fue comentada en una anterior publicación. Les invitamos a leerla. Ahora haremos una breve memoria fotográfica de lo compartido. 
Un jallalla!



En la Ch'alla inicial

Preparativos

En pleno recorrido de la fiesta

Santiago Q'ixu Q'ixu, Gustavo, Richard y Albert.


En los últimos años, influenciado por la reciente dinámica política en Bolivia, se ha producido un afán por “conocer” ciertas generalidades del ambiente festivo, musical y de danza del departamento de La Paz. Este interés fue bien recibido por la celebración del Bicentenario de este departamento.
Este contexto facilitó la publicación de algunos textos relacionados a las danzas y músicas de carácter autóctono o “tradicional” interpretadas en la actual región que comprende el departamento de La Paz.
Por otro lado, el interés despertado no sólo se orienta a instituciones y autoridades sino también en la población en general. Por ello, con la intención de coadyuvar en la difusión de estos trabajos seguidamente hacemos una breve descripción de estos trabajos.
El texto “Registro de Música y Danza Autóctona del departamento de La Paz” es un trabajo realizado en el marco del Plan de Desarrollo Departamental de la Gobernación de La Paz, la difusión de este material está orientado a la promoción cultural, ya que el libro contiene fichas donde se menciona el nombre, origen, procedencia, época de interpretación de la danza, además de los participantes, coreografía, acompañamiento musical, vestimenta, antecedentes históricos y otros aspectos. Además, esta producción literaria cuenta con 101 danzas de las 20 provincias del departamento de La Paz. Tiene cuatro capítulos con las siguientes características: fichas de registro, instrumentos musicales y partituras, calendarios y patrimonios culturales.
Por otra parte, este texto cuenta con un DVD con 60 danzas de las provincias del departamento. El documental narra sobre el nombre, origen, procedencia, época de interpretación, participantes y coreografía, acompañamiento musical, vestimenta, y antecedentes históricos de la danza.
El segundo libro titulado “Cada año bailamos – Sapa maraw thuqht’apxirita: Danzas autóctonas del Departamento de La Paz”, publicado en el marco del Bicentenario, es una investigación de la antropóloga austríaca Eveline Sigl.
Este estudio abarca 75 danzas que no sólo son analizadas en el libro, sino que también pueden ser vistas en un DVD que acompaña la publicación. “Alrededor de un 50 por ciento del texto consiste de testimonios de los propios bailarines que explican la función y el sentido de la danza”, explica Sigl, quien trabajó en esta investigación junto a Elena López Zenteno y David Ordóñez Ferrer.
Estos trabajos sin duda ayudan a “conocer” las danzas y músicas existentes en este departamento. Y si bien algunos especialistas mencionan que son generales, pensamos que la finalidad de divulgación general es lo valioso de estos, sin mencionar el complemento audio-visual que tanta falta hacen a este tipo de trabajos.

Fuentes:
http://www.eldiario.net/noticias/2010/2010_04/nt100428/6_02clt.php
http://www.continental.com.ar/nota.aspx?id=932220

Richard Mújica Angulo
(15 de marzo de 2009)

El uso del sombrero en el altiplano boliviano tiene, obviamente, un origen español. Las formas actuales del uso de esta pieza, muestran en sus formas, la gran semejanza con sombreros que actualmente se utilizan en Europa.

Tomando en cuenta, además, la inclemencia del clima altiplánico, hace que el sombrero sea “bienvenido”, desde un punto de vista pragmático; ya que este protegería del fuerte calor producido por el sol, así como de los vientos inclementes e incluso de la lluvia.

Sin embrago, en las últimas décadas, el sombrero fue cobrando otras significancias. Dos de ellas: el prestigio y, con este, el símbolo de autoridad. Actualmente el material con el cual está confeccionado el sombrero, dice mucho de la función que este cumple, tanto cultural como socialmente. Por ejemplo, los sombreros hechos de lana de oveja generalmente son de uso cotidiano y son preferidos por su durabilidad y resistencia. En varios sectores del país, estos sombreros mantienen un fuerte valor social, pues continúan siendo parte (incluso son requisito) de la indumentaria que enviste a las Autoridades Indígenas u Originarias de cada comunidad. Sin embargo, las nuevas concepciones estéticas y las débiles barreras del mercado, han facilitado el ingreso de sombreros confeccionados con materiales importados, que desde ya, incrementaron un plus, no tanto económico, sino simbólico y de prestigio.

Un poco lejos de este panorama, actualmente también se mantiene otras concepciones en torno al uso del sombrero. Concepciones que no solo relacionan al sombrero con aspectos de prestigio y funcionalidad, sino como parte de la expresión de la identidad étnica-cultural de sus poseedores.

En ese marco, los sombreros reflejan la pertenencia de una persona, sea mujer u hombre, a una región, sociedad y cultura específica. Justamente ahí radica la continuidad de las diversas formas, materiales, colores y complementos (cintas, espejos, plumas y otros) de los actuales sombreros.

Pero entrando más profundo, el sombrero no se queda solamente como un diferenciador regional “macro”; por el contrario, puede llegar a reflejar la identidad de género, de nombre (identidad individual) y por tanto de fuerza-energía del ajayu (“identidad espiritual”) de la persona que la posee.

Un ejemplo de ello, es el papel del sombrero para la cultura de las sociedades Qaqachacas, y cómo éste refleja elementos culturales compartidos por las sociedades de los Andes meridionales de Oruro y el Norte de Potosí (Bolivia).

Hasta hace aproximadamente tres décadas, para los habitantes de estas regiones, una de las más importantes prendas espirituales era la faja. Esta prenda, que se usa en la cintura aproximadamente a la altura del ombligo, acompañaba a la persona y se transformaba con ella, en las diferentes etapas de su crecimiento: desde la gestación hasta su vejes. Además contenía iconografía y colores que reflejaban, por un lado, la identidad de la persona, y por otro, la fuerza espiritual que ella buscaba expresar, en los diferentes momentos de su vida.

Como se explicará a continuación, y aunque no lo parezca, el uso del sombrero tiene mucho que ver con las fajas, la identidad y la energía espiritual.

En la etapa de la plena juventud, entre los 17 a 20 años, se dice que la energía espiritual de la persona pasa del obligo a la cabeza en el caso del varón, y del ombligo al corazón, en el caso de la mujer; por ello, el hombre teje su gorro (ch’ullu) “con diseños que le inspiren, y la mujer debe tejer su aguayo, lo que envuelve su cuerpo y corazón, donde ella debe incorporar diseños que le den inspiración”(Arnold 2007: 118) [1]. Así, mediante estos diseños, tanto el hombre como la mujer, respectivamente, muestran su fuerza e intención de ser: “guerreros” y “tejedoras”. De la misma forma en que su energía espiritual se trasladó a la parte superior de sus cuerpos, la faja también se trasladó, en forma de cintillas, a sus sombreros y monteras [2].

De esta forma, los sombreros se convierten en soportes de contenidos simbólicos, que alojan la expresión de la fuerza de vida que la persona transcurre en cierto momento de su vida. Ya que es en el sombrero donde se colocan las cintillas que actúan como “la faja en la cintura de la persona” (ídem), la cual muestra riqueza en sus diseños y colores. Además de las cintillas, “se usan los espejos para reflejar el brillo de la luz a los dos lados del sombrero, por tanto uno va detrás y el otro adelante. De esta forma, se puede saber del lenguaje del sombrero en qué etapa está tal o cual persona” (ídem).

Otra razón para que la atención de las fajas o cintilas se trasladen a la cabeza, y por ende al sombrero, es que a partir de los años ’70, se dejó de utilizar la almilla [3], ya que las jóvenes comenzaron a utilizar solamente polleras y blusas, las cuales descontextualizaron el uso de las fajas en la cintura.

Este complejo proceso de dinámica cultural, nos muestra que el simbolismo ritual-espiritual, expresado en las fajas y sus diseños y colores, no se deja aplacar por el tiempo ni las contemporáneas formas de vida. Por el contrario, este fundamento simbólico encuentra las mejores vías de transformación que procuran dar continuidad a la/s cultura/s de la/s sociedad/es de esta/s región/es. Este es un ejemplo de cómo un elemento foráneo, como es el sombrero, puede ser apropiado y resignificado de forma eficaz y a favor de la continuidad de las expresiones culturales de los pueblos indígenas y originarios de Bolivia.

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[1] Arnold, Denise Y. y otros. “Hilos sueltos: Los Andes desde el textil”, La Paz: Plural e ILCA 2007.
[2] Montera: Tocado de cuero que los hombres utilizan en los enfrentamientos del ritual del Tinku.
[3] Almilla: Especie de vestido tradicional de la mujer, generalmente de color negro.
[4] Foto: "Tinku de Macha" se puede apreciar la vestimenta de las mujeres.


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